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lunes, 19 de marzo de 2012

RAFAEL SANZIO





En Rafael Sanzio (1483-1520) se funden equilibradamente los presupuestos de la pintura anterior: naturalismo, idealismo, racionalismo compositivo. No es pintor ecléctico, pese a las resonancias de sus predecesores, sino de gran personalidad, tamizando las distintas influencias y subordinando todo a la belleza ideal.
Entre sus composiciones habría que distinguir de un lado las pequeñas tablas de la Sagrada Familia, de la Virgen con el Niño y San Juan y las Sagradas Conversaciones, por lo general sometidas a estructuraciones triangulares como la Sagrada Familia del cordero (Prado). Composiciones que en ocasiones se abren al espectador por la mirada o gesto de alguna de las figuras: Virgen de la silla (Florencia. Pitti). Otro grupo lo forman los temas de la vida de Jesús, en un tono teatral y aparatoso, de gestos muy diferenciados, perdiendo los personajes la morbidez y gracia amable de sus otras obras. Corresponde este estilo a sus últimos trabajos (Pasmo de Sicilia, Transfiguración), pero se manifiesta ya en otros más tempranos.
Mención aparte merecen las Estancias Vaticanas, pintadas por encargo de Julio II al tiempo que Bramante y Miguel Ángel acometían sus respectivas obras. En la de la Signatura los cuatros frescos exponen un programa humanístico:teología, filosofía, poesía y jurisprudencia escenificadas en la Disputa del Sacramento, la Escuela de Atenas, el Parnaso y las Virtudes cardinales. En la Escuela de Atenas una arquitectura bramantesca es marco de una reunión de filósofos de la antigüedad, cuyos gestos materializan la esencia de su actitud filosófica. Platón y Aristóteles centran la composición. Leonardo, Miguel Ángel, Bramante y algunos humanistas aparecen retratados en el papel de diferentes pensadores.
Destacó también como retratista, siendo uno de sus más notables retratos El Cardenal (Museo del Prado), donde se palpan sus dotes de colorista.
La fecha de la muerte de Rafael (1520) como fin de la pintura renacentista no es válida para la escuela veneciana, que queda al margen del Manierismo en los dos primeros tercios del Cinquecento. La tradición colorista del quattrocento se exalta en las nuevas generaciones favorecida por la implantación del lienzo que facilita una técnica más jugosa y rápida.

lunes, 12 de marzo de 2012

HÉRCULES FARNESIO


http://www.youtube.com/watch?feature=player_detailpage&v=SjBKq0aMVNQ


El Hércules Farnesio (o Heracles Farnese) es una copia romana de mármol de comienzos del siglo III, obra de un tal Glicó, de la obra original en bronce creada por Lisipo en el siglo IV a. C. Se encontró en 1546 en las Termas de Caracalla, en Roma y en seguida pasó a formar parte de la colección de escultura clásica del cardenal Alejandro Farnesio, hijo del Papa Pablo III. Durante generaciones decoró el Palacio Farnese, hasta que en 1787 fue trasladada a Nápoles, junto a toda la colección Farnese, que se puede contemplar en el Museo Arqueológico Nacional.

La figura de Heracles, el héroe griego, personificaba el triunfo del valor y el coraje del hombre, sobre la serie de pruebas que le habían impuesto los dioses celosos. A él, hijo de Zeus, le habían concedido el don de la inmortalidad. En el periodo clásico, se había acentuado su papel como salvador de la humanidad, pero también poseía defectos mortales como la lujuria y la avidez.

La interpretación que hizo Lisipo del bronce que quería reflejar estos aspectos de su naturaleza mortal y le otorgó al héroe un retrato que constituyó un modelo durante el resto de la antigüedad y fijó la imagen de Hércules en el imaginario europeo. De hecho, además e la copia de mármol colosal exhibida en Nápoles, se conocen dos estatuas más, una de bronce, copia helenística o romana, encontrada en Foligno y que se conserva en París en el Museo del Louvre, y una de mármol, probablemente griega o del periodo romano, que se puede contemplar en el museo de la antigua Agora de Atenas.

La estatua representa al héroe fatigado al término de sus trabajos, que descansa apoyándose en su bastón. Sobre el bastón está la piel del León de Nemea, muerto por Heracles en uno de sus trabajos. Con la mano derecha, detrás de la espalda, el héroe aguanta las manzanas de oro del jardín de las Hespérides, que le aseguran la vida eterna. Pero en la figura se representa el cansancio del hombre. La masiva musculatura da la impresión de una potencia exhausta.

El Hercules Farnesio, de 317 cm de altura, fue muy célebre entre los romanos y se han encontrado copias de palacios y gimnasios romanos. Otra copia realizada en la Roma Clásica, más basta se encontraba, desde el siglo XVI al XVIII, también en el patio del Palacio Farnese (llamado el Hércules latino). Esta copia, fue hecha para formar pareja con el Hércules Farnese, y decorar las Termas de Caracalla. En el siglo XVIII, pasó a pertenece a los Borbones napolitanos y desde su origen forma parte de la decoración de la escalera principal del palacio real de Copodimonte cerca de Nápoles. Otra con la inscripción simulada “Lykippos” estuvo en el patio del Palacio Pitti de Florencia hasta el siglo XVI.

La estatua del Hércules Farnese fue reconstruida y restaurada en diversas etapas. Según una carta de Guglielmo della Porta, discípulo de Miguel Ángel, que fue quien hizo las gestiones para el cardenal Farnesio, la cabeza se encontró separada del cuerpo, en un pozo del Trastevere. La mano y el antebrazo izquierdo, que faltaban, fueron sustituidos por una reconstrucción en yeso. Las piernas, se dieron por perdidas y se le encargó al mismo Della Porta que hiciese unas nuevas. Su obra fue tan perfeccionista que, cuando más adelante se encontraron las piernas originales en unas excavaciones en las Termas de Caracalla, las piernas sustitutorias se le dejaron a la estatua por consejo de Buonarroti, para demostrar que los escultores modernos no tenían nada que envidiar a los clásicos. Las piernas originales, que se encontraban en la Colección Borghese, no se restituyeron a la estatua hasta 1787. Goethe, en su viaje a Italia, explica la impresión que le causó ver la escultura con cada uno de los juegos de piernas diferentes, y se maravilló de la clara superioridad de las originales.

La fama del Hércules Farnese del patio del Palacio Farnese, se extendió gracias a una serie de reproducciones, como el grabado incluido en la serie Speculum Romanae Magnificentiae ('Espejo de la Magnificiencia Romana', 1562), otro realizado por Hendrick Goltzius (1590-1591), un boceto de Rubens... que lo dieron a conocer al público occidental. Incluso estuvo a punto de terminar en el Louvre durante la época napoleónica, a requerimiento del emperador.

Tras el hallazgo de la estatua en Roma, en 1574 Diego de Pesquera realizó en Sevilla la primera gran copia del Hércules Farnese. Destinada a coronar una de las dos columnas que formaban el monumento, primer civil erigido en la ciudad, la cual entonces era la capital del mundo. El monumento era la portada del también singular jardín público de la Alameda de Hércules (1574), el más antiguo jardín público o parque conservado en Europa.[1] Fue tan célebre, que los siglos XVII y XVIII se hicieron copias en toda Europa. Otra versión colosal de 8,5 m está en el parque de Wilhelmshöse en Kassel; otra de plomo está en el castillo de Blair en Escocia, etc.

miércoles, 7 de marzo de 2012

EL ROMANTICISMO. LOS VALORES DEL MOVIMIENTO..




En este texto de Heine sobre Polonia se ensalzan los valores medulares del movimiento romántico: libertad, amor, exaltación de la patria. En el último párrafo se atribuye al pueblo la capacidad creadora de la literatura nacional, pero ¿por qué Polonia suscita con frecuencia poemas, melodías y páginas literarias románticas?

"El amor por la patria es el mayor de todos los sentimientos entre los polacos, hacia el que fluyen todas las demás pasiones, como el torrente en el océano; y, sin embargo, esa patria no se caracteriza por ningún encanto especial. Un francés, que no podía comprender ese amor, observaba un día una triste región pantanosa en Polonia. Y al sacar un puñado de tierra del suelo, movió la cabeza y dijo irónicamente: ¿Y esos tipos llaman a esto una patria?
Pero no solamente desde el suelo mismo, de los recuerdos históricos y de la desgracia ha surgido entre los polacos ese amor por la patria. Arde ahora con más llama que en tiempos de Kosciuszko; quizá con mayor aún. En su honra a todo cuanto es patriótico llegan los polacos casi a la ridiculez. Al igual que un moribundo que se resiste a la muerte, presa de un miedo cerval, así se encienden y sublevan los ánimos contra la idea de una posible destrucción de su nacionalidad.
Si la patria es la primera palabra de los polacos, la libertad es la segunda. !Hermosa palabra!. Junto al amor, ciertamente la más hermosa. Pero es también, junto con el amor, la palabra que a más confusiones se presta, habiéndole de servir de calificativo a las cosas más opuestas. Y aquí es éste el caso. La libertad de la mayoría de los polacos no es la divina, la que proclamara Washington; sólo una minoría, sólo los hombres como Kosciuszko, la entendieron y trataron de difundirla. Bien es verdad que muchos hablan entusiasmados de esa libertad, pero no dan el más mínimo paso por emancipar a sus campesinos. La palabra libertad, pese a que suena de manera tan bella y melodiosa a lo largo de toda la historia polaca, fue únicamente el lema electoral de la nobleza, que trataba de arrancarle al rey la mayor cantidad de derechos posible para amplir su propio poder y para provocar, de este modo, la anarquía. C´était tout comme chez nous, donde, igualmente, la libertad alemana no significó antes otra cosa que el hacer del emperador un mendigo para que la nobleza pudiese llenar más a sus anchas las alforjas y gobernar más a su capricho; y así tuvo que hundirse un Imperio, cuyo gobernante se encontraba encadenado a su trono y sólo empuñaba una espada de madera. De hecho, la historia polaca es la miniatura de la historia alemana; sólo que en en Polonia los grandes no llegaron a separarse tanto de la cabeza del reino ni pudieron independizarse tanto como entre nosotros.
Los polacos temen la pérdida completa de su nacionalidad; ahora se dan cuenta de lo mucho que una literatura nacional puede lograr para el mantenimiento de la misma y (por muy gracioso que pueda parecer, es cierto esto que me dijeron seriamente muchos polacos) en Varsovia se está trabajando ahora en el fomento de... una literatura polaca. Es evidentemente un gran error el creer que una literatura, que ha de ser la obra orgánica de todo un pueblo, pueda ser escrita en el invernadero de la capital por un equipo de eruditos; pero gracias a esa buena voluntad, se ha logrado el inicio, y algo maravilloso ha de brotar en una literatura cuando de ésta se hace una causa por la patria. Ese sentido patriótico ha de conducir, lógicamente, a cometer errores, sobre todo en la poesía y en la historia.


H.Heine "Sobre Polonia 1823. Los dioses en el exilio