En la Guerra Civil la ironía se dedicaba preferentemente al enemigo, pero también existía la burla interior como la que usaba Agustín Foxá cuando veía la parte cómica en cualquier manifestación del momento político. Eso es lo que llevó a soltar la definición (que naturalmente y dada su fama de agudo corrió de boca en boca) de una centuria de la Organización Juvenil, agrupación de pequeños que desfilaban con camisa azul y pantalón negro corto, dirigidos por un adolescente ataviado de la misma guisa. "Son - dijo Foxá- unos niños vestidos de gilipollas mandados por un gilipollas vestido de niño."
Todos los oyentes, incluídos quienes vestían así en actos oficiales, rieron mucho del chiste pero hubo quien no encontró gracioso el dicho. Era el ministro del Interior, Ramón Serrano Suñer, que ya se había molestado en ocasiones anteriores por las irreverencias de Foxá. Esta vez vio colmado el vaso de su paciencia quiso darle una severa lección al irreverente camarada; para ello mandó en su busca a un par de aguerridos mozos quienes comunicaron al falangista-poeta, que tenían que llevarle detenido ante la autoridad.
Foxá que era un hombre más propicio a combatir con las palabras que con el fusil- no fue nunca al frente- se asustó un poco cuando, tras el callado trayecto desde su casa al Ministerio, se encontró con un iracundo superior que le increpó duramente.
-Agustín, !esto se ha terminado! Tus frases que quieren ser graciosas sólo son disolventes y destructivas. Cada vez que las sueltas haces un daño muy grande a nuestro sentido marcial, a nuestra misión de servir a la patria y al Movimiento. No estoy dispuesto a aguantarlo un minuto más. No creas que mi amistad por ti haga olvidar mi deber de mantener intacto el espíritu de nuestra cruzada; no pienso permitir que circulen frivolidades, que queriendo ser divertidas, son una puñalada por la espalda a nuestra ideología y un desprecio a nuestros muertos.
Lo dijo con tal tono de severidad y decisión que Foxá se quedó impresionado. La cosa al parecer iba en serio. Al verle tan demudado, Serrano Suñer cambió de tono y adoptando el paternalista en lugar del militar, le dijo:
-Agustín, ya sé que no lo haces con mala intención pero el resultado resulta demoledor igualmente. Piensa, Agustín, lo que nos estamos jugando en esta guerra, el renacer de una nación, !la búsqueda del Imperio!
Al oír esa frase típica de la fraseología rutilante y desmesurada franquista- una España pobre y destrozada por la guerra buscando imperios-, Foxá no pudo evitar volver a ser el iconoclasta de siempre.
- ! Ramón ! ! Un momento! ! Te juro que este último chiste no es mio !.
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