La construcción del Estado Liberal en nuestro país fue un proceso complejo y violento que se caracterizó por luchas crueles para alcanzar el poder. El liberalismo político supone una ruptura con la concepción absolutista del poder. Tras la Revolución Francesa, ese legitimismo se pone en tela de juicio y surgen las teorías liberales en donde la soberanía debía residir en la Nación. Este cambio en las concepciones políticas penetra en España y coincide con un momento coyuntural de ocupación territorial francesa que provoca la Guerra de la Independencia. Así se inicia la constitución del liberalismo que a lo largo del siglo XIX se irá consolidando en nuestro país, no sin superar numerosos avatares y enfrentamientos violentos, que confluirán en la Revolución Gloriosa de 1868, configurándose así el primer intento democratizador en nuestro país. Son luchas que arrancan de un enfrentamiento entre absolutistas y liberales, concepciones antagónicas que suponen una lucha sin cuartel, y que se manifiesta en purgas sistemáticas.
Superado el absolutismo, se darán muchos enfrentamientos dentro del marco liberal ya que el liberalismo no es una concepción monolítica, lo que provocará una escisión ideológica que se plasma en el surgimiento de partidos políticos: moderados, progresistas, demócratas, republicanos... lo que hará que la inestabilidad siga durante buena parte del siglo. Como expresión de esta división ideológica se observa la aparición de distintas Constituciones, no llegando a constituirse como un instrumento de estabilidad. Esa inestabilidad palpable tiene como consecuencia directa el continuo recurso al ejército como instrumento de lucha, a través de pronunciamientos militares, algo característico de este período de construcción liberal. Con el paso del tiempo se irá forjando el paso de la concepción de Soberanía Nacional a la de Soberanía Popular, en la que teoricamente el ciudadano tendrá capacidad de decisión a través de las urnas.
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