Último zar de Rusia, con quien se extinguió la dinastía Romanov (San Petersburgo, 1868 - Yekaterimburgo, 1918). Accedió al Trono en 1894, sucediendo a su padre, Alejandro III. En general siguió la política autocrática de su antecesor, si bien parece haber mostrado escaso interés y nulas aptitudes para las tareas de gobierno. Por incapacidad o por debilidad, cayó bajo la influencia de la zarina Alexandra (la princesa Alicia de Hesse-Darmstadt) y de su consejero Rasputín.
Bajo su reinado, pero más bien al margen de su intervención directa, Rusia conoció un proceso de industrialización acelerada (que hizo surgir importantes núcleos obreros) y se esforzó por extender su influencia en Asia rivalizando con las potencias occidentales en la carrera imperialista (intervención en la Guerra Chino-Japonesa de 1896, base de Port Arthur en 1898, ocupación de Manchuria en 1900, reparto de Persia en esferas de influencia con Gran Bretaña en 1907…).
Los intentos por ejercer una influencia determinante en Europa oriental y los Balcanes como cabeza de un movimiento paneslavista dieron lugar a múltipes conflictos y tensiones internacionales, en virtud del alineamiento ruso con Serbia frente a los intereses de Austria-Hungría; pero, tras sufrir una primera derrota diplomática en la crisis de Bosnia (1908), las Guerras Balcánicas de 1912-13 acabaron definitivamente con el control ruso sobre la península Balcánica.
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