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sábado, 1 de mayo de 2010

EL MUSEO DEL PRADO Y TIMOTEO PÉREZ RUBIO


Timoteo Pérez Rubio (Oliva de la Frontera, Badajoz, 1896 - Río de Janeiro, Brasil, 1977) fue un pintor español, ahora recordado por su matrimonio con la escritora Rosa Chacel y sobre todo porque fue el encargado de proteger en la Guerra Civil los mejores cuadros del Museo del Prado y de otras colecciones de Madrid, gestionando su traslado temporal a Suiza.

Nació en Oliva de la Frontera en 1896. Fue alumno de Adelardo Covarsí en la Escuela de Artes y Oficios de Badajoz , gracias a una beca cedida por el ayuntamiento de su pueblo.

En 1915, la Diputación de Badajoz le dio una beca para que se estudiara en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En 1917 y 1918 le concedieron otra beca de paisajista para el Monasterio del Paular, en el que consiguió sus primeros premios.

En 1921 consiguió otra beca para la Academia Española en Roma. Antes de irse a Italia, se casó con la vallisoletana Rosa Chacel , escritora. Permaneció en Roma hasta 1928. En su estancia en Roma, pintó cuadros como "Plaza del Pueblo", "Naturalezas muertas", "Laguna de verano" o "Tejar de invierno". En 1929 pinto "Paisaje de Trubia".

En los años 30 ganó la Medalla de Oro con "Paisaje de Normandía" en la Exposición Nacional de Bellas Artes. Viaja por Europa y América Latina, exponiendo sus cuadros en galerías de arte como la galería Flechiem de Berlín, junto a cuadros de Joan Miró, Pablo Picasso y Salvador Dalí.

El Gobierno de la Segunda República Española le nombró Subdirector del Museo Español de Arte Moderno, antecesor del actual Museo Reína Sofía. Pero al comenzar la Guerra Civil, se encargó de proteger las obras del Museo del Prado y de los conventos y palacios madrileños. Ante los riesgos de la guerra, y en especial de los bombardeos (algunos proyectiles cayeron en los tejados del Prado), estas obras las trasladó al Palacio de la Sociedad de Naciones de Ginebra , arriesgando su propia vida hasta tal punto que un Ministro de entonces le dijo que "fuese buscando la forma de suicidarse si algo pasaba...". Si no fuera por Timoteo, no podríamos contemplar las obras del Museo del Prado, obras tan relevantes como Las Meninas o El caballero de la mano en el pecho.

MISIÓN : SALVAR EL PATRIMONIO.

Es por tanto un ejemplo de atención y amor al arte, en el que jugó un papel decisivo nuestro Timoteo Pérez Rubio, y que nos viene testimoniado por las medidas de previsión sobre las obras maestras que, por análogas circunstancias, hubieron de salir de España con destino a Ginebra, y de allí volvieron a salvo de quiebra o detrimento. Al frente de la Junta de Defensa del Tesoro Artístico Nacional, el desaparecido pintor extremó sus cuidados hasta el punto de no sufrir el menor rasguño muchas de las pinturas magistrales que hoy puede usted admirar en el museo del Prado.Las medidas adoptadas en el eventual exilio de nuestro patrimonio artístico a tierra neutral, aún hoy pueden servir de modelo, pese a los avances de la técnica, a tales cuales alegres y no requeridas embajadas del arte español allende las fronteras y dentro de ellas. Sepa el lector que, bajo la supervisión de Timoteo Pérez Rubio, las pinturas fueron descolgadas, enrolladas y dispuestas en cajas climatizadas, cuando distaba mucho de ser del común el uso de las viejas neveras. Al margen de otros merecimientos, creo que esta solicita empresa es suficiente motivo de homenaje al artista que acaba de fallecer lejos de su patria.

Si los asuntos del arte funcionaron entonces mejor que ahora (incluida la triste mediación de la guerra civil), acháquese a que los cargos responsables se encomendaban a auténticos expertos, quienes fueron entregados, por principio y profesión, a tales menesteres. Ya es síntoma que la Dirección General de Bellas Artes corriera a cargo de Josep Renau, quien, por otra parte, acudió a París para ofrecer personalmente a Pablo Picasso la dirección del museo del Prado, y no deja de ser igualmente significativo que Timoteo Pérez Rubio, antes de ocupar la presidencia de la Junta de Defensa del Tesoro Artístico Nacional, hubiera probado sus armas en la subdirección del museo de Arte Moderno. En vez de farragosa burocracia, preparación, afición y oficio.

Su ejecutoria de pintor español, y en España, se vio, naturalmente, frustrada por la guerra civil, como de hecho ocurrió a tantos y tantos artistas de esa generación del 27 que, en contra de la letra restrictiva de textos y manuales, excede con creces el ámbito del ejercicio poético o literario. Y su frustración vino a correr pareja con el punto en que la madurez quedaba al alcance de la mano. Si es posible hablar de una escuela extremeña (cosa discutible a partir de Zurbarán que incluye sus afanes entre los más descollantes pintores andaluces), a Timoteo Pérez Rubio le cuadraría el papel de puente entre el academicismo anterior y la vanguardia prebélica.

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