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miércoles, 20 de octubre de 2010

LA PRINCESA DE ÉBOLI

La enigmática princesa de Éboli y duquesa de Pastrana, Ana de Mendoza y de la Cerda, más conocida por lo que nunca se supo de su historia que por su historia misma, recorrió su vida cumpliendo todos y cada uno de los requisitos característicos de su tiempo: se casó niña con un hombre maduro y por conveniencias, fue madre prolífica, fue monja a su viudez, y amante de amantes para compensar desdichas en rebeldía.

" Si la mayor honra , gala y hermosura de las damas y princesas antiguas estaba repartida entre Helena y Penélope, ahora, en nuestra era, todo junto se remata en la eximia Princesa de Éboli".
(Pedro de Madariaga.)

Jamás se llegó a conocer cuál sería la causa tan cruel por la que el rey Felipe II le quitó la custodia de sus hijos, la despojó de la administración de sus bienes, y la encerró, hasta el fin de sus días en la torre de Pinto, en el castillo de Santorcaz y después en su propio palacio en Pastrana, donde murió en 1592. Nunca se conoció la realidad del complot, de la supuesta conjura contra el rey que tanto juego ha dado en la actualidad a la ficción en la novela y en el cine. La princesa de la mirada partida: el ojo que mira y el ojo que oculta tras el misterioso parche que se convirtió en inconfundible su rostro, el rostro de una mujer luchadora, vapuleada por las circunstancias de una época intrigante y oscura, y que basculó constantemente entre el coraje y la desidia.
No cabe ninguna duda de que Ana de Mendoza era una mujer de fuerte temperamento y apasionada. Su escritura nos habla de ello, y también de un carácter altivo y orgulloso, impositivo y altanero. No es de extrañar que chocase éste con el magnánimo temperamento de Santa Teresa de Ávila, con quien Ana tuvo relación y a quien ayudó a fundar dos conventos carmelitas en Pastrana.

" Estaría allí tres meses, adonde se pasaron hartos trabajos, por pedirme algunas cosas la princesa que no convenían a nuestra religión, y así me determiné a venir de allí sin fundar antes que hacerlo. El príncipe Ruy Gómez, con su cordura ( que lo era mucho) y llegado a razón, hizo a su mujer que se allanase, y yo llevaba algunas cosas, porque tenía más deseo de que se hiciese el monasterio de los frailes que el de las monjas".
(Santa Teresa de Jesús, "Obras completas".)

Podría decirse de Ana que su afán de poder, de protagonismo, su ambición y su querencia por salirse siempre con la suya, chocaban de forma frontal con su constatable inestabilidad emocional, su gran talón de Aquiles. De natural orgullosa, concentraba la mayor parte de sus energías en ejecutar sus caprichos y sus intenciones, pesase a quien pesase, y eso generaba que, al mínimo tropiezo o contradicción, cayese sin remedio en el desaliento y la frustación. Así, su desmedido orgullo y su temeraria pasión la colocaban con frecuencia frente al abismo.

"No hay leona más fiera ni fiera más cruel que una linda dama... y como tal se ha de huir"
(Antonio Pérez)


P.D: En la serie televisiva el parche tapa al ojo izquierdo ¿ ?.

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